Así nombra Loquillo (entre otras maneras) a Lisboa en su canción homónima. Puede que no sea la mejor canción del mundo, pero hoy estoy bastante melancólico, y he recordado la canción y, por supuesto, la ciudad. Porque no hay, que yo sepa, ciudad tan lánguida (aunque al mismo tiempo pueda ser también humilde, misteriosa, serena) como Lisboa.
Cuando alguien me dice que ha estado en Lisboa y pone cara de que va a contármelo me echo a temblar; porque Lisboa, más que ninguna otra, es una ciudad a la que encontrarle el espíritu en solitario, en grupo hacemos demasiado ruido. Y no hay cosa que más desolado me deje (antes me exasperaba, ya no) que oír a esa persona decir que está todo muy abandonao.