Apenas pisas Londres, sientes… algo. Sabes, de una manera difícil de definir, que estás en el país de los Beatles, de los Rolling Stones y de unas comidas infames. Pero intuyes algo más, algo relacionado con la ciudad en sí. Creo que si me vendaran los ojos y me llevaran allí sin decirme nada ni permitirme oír a nadie, sabría de alguna forma que estoy en la capital inglesa.
No se trata de un amor o de una simpatía como la que pueden despertarte otras ciudades (pienso ahora en Salamanca, por poner un ejemplo). No: a Londres la hacen los londinenses, ingleses con toda sus consecuencias y caracterizados como ellos mismos dicen, por su deference and stupidity.
A ver: que nadie se sienta insultado: esas palabras, deferencia y estupidez provienen de la boca de un inglés que, además, las explica en tanto en cuanto el inglés respeta las normas y categorías sociales a rajatabla y sin cuestionarse ni una coma. En cuanto deja atrás la primera juventud, el británico es, o lo pretende, es un señor. Y la inglesa una señora.
Londres y sus indefinibles
Es por eso que no es simpatía lo que despierta Londres, aunque tampoco carece de ella: porque está construida por personas que no despiertan ese sentimiento, aunque tampoco lo necesitan. Entonces, ¿qué es ese indefinible? ¿Qué nos hace saber que estamos pisando suelo y respirando aire de la capital británica? Pues mucho que lo pienso, no lo sé.
Tal vez sea por esa manía que tengo de no hacerle demasiado caso a mis ojos, de viajar por el mundo oyendo, tocando, olfateando… sintiendo. Puede que el no buscar la postal ya conocida, el monumento del libro de texto, haya desarrollado en mí una especie de “sentido del viajero de las experiencias”. Y, en este sentido, Londres puede llegar a ser un paraíso.
He probado la experiencia de saber qué se ve desde “El Ojo”; disfrutado de todas las imágenes que aparecen en las guías de turismo y saboreado el fish ‘n’ chips. Y me ha gustado casi todo, pero ocurre que no he sentido la misma satisfacción que cuando me he atrevido con la experiencia que te voy a proponer:
Un plan estupendo
Busca un vuelo barato de fin de semana a Londres. El que sea, pero pronto, para que no te entre la tentación de planificar nada. Vale: reserva el hotel, por si acaso (pulsa aquí para buscar hoteles en Londres) y piérdete, sin más.
Huele el verde de parques cuyo nombre desconoces; escucha el acento de londinenses que no tienen nada de británicos; piérdete y pregunta para encontrar los sitios que buscas, disfruta del metro y sus estaciones y lo que no sabías que existían (verás que lo de la deferencia y la estupidez son tópicos sin mucha razón de ser). Es la forma de conocer una ciudad que no nació con paraguas y bombín, cuyos habitantes llevan el reloj en la mano y no consultan el de una torre…
Un lugar que, a poco que dejemos de depender de los ojos, se siente, en lugar de verse… Eso sí: comer, lo que se dice comer… se come fatal.